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Abrazo, Amor, Anónimo, Autobús, Brazos, Calor, Camisa, Ciudad, Felicidad, Franela, Futuro, Infancia, Mañana, Memoria, Pasado, Piel, Recuerdos, Sol, Sueño, Verano
Era de mañana, quizá casi medio día. Viajaba en autobús, no se de donde venía ni hacia donde iba. Se que la ciudad pasaba por entre nosotros, aunque no recuerdo que ciudad era aquella. Sentía el calor del sol sobre mi espalda, pues iba sentada en el último asiento del vehículo cuya parte posterior era una gran ventana. Sin embargo, había un calor aún más intenso rodeando mi cuerpo en forma de amorosos brazos. El abrazo más cálido y reconfortante que jamás experimenté.
No se quien me abrazaba, no pude ver su rostro pues su cabeza estaba varios centímetros por encíma de la mía, pero recuerdo la fuerza de sus brazos y el roce de su camisa de franela a cuadros sobre mi piel.
Ese día, con solo 11 años, senté el presedente de lo que en el futuro esperaba del amor: un par de brazos consoladores, acogedores, cálidos y recorfortantes, siempre dispuestos a rodearme con fuerza.
Esa mañana de verano, fresca y limpia por la tormenta de la noche anterior, esa mañana, desperté con la felicidad pintada en la cara, y el calor de un anónimo abrazo tatuado en el corazón.
Esta mañana, igual de fresca y limpia, después de casi 20 años, ha vuelto a mi memoria aquel sueño, el más vívido y memorable de mis sueños. Y hoy he entendido mi facinación por las camisas de franela a cuadros…