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Ambulancia, calle, Cerco, Ciruela, Color, Gente, Insignificante, Mancha, mancha de sangre, Miradas, Nacimiento, Pavimento, Policía, Polvo, Rojo, Sangre, Sol, Triste, Viento
Había una vez una mancha de sangre en el pavimento. Mucha gente presenció el día de su nacimiento, pues fue a pleno día en medio de una concurrida avenida, cerca de la universidad. Todos los que pasaban por ahí se acercaron a presenciar el lúgubre espectáculo. La mancha fue formándose, poco a poco, con una lentitud excesiva, roja, húmeda, caliente, con un nauseabundo olor a herrumbre. Y todos observaban atónitos, unos cuchicheando, otros con la boca abierta.
La policía llegó cuando la mancha ya estaba bastante crecida, dispersó a los curiosos y apostó un cerco alrededor. Poco después, una ambulancia llegó también y separó a la mancha de su origen, al que cubrieron con una sábana blanca, pero ésta siguió creciendo, extendiéndose hasta alcanzar un diámetro considerable. El sol la tostó y le dio el color de las ciruelas maduras. El viento la cubrió de polvo.
Los curiosos se dispersaron, la ambulancia se fue aullando, la policía retiró el cerco y la mancha se quedó allí, sola, insignificante. Nuevos curiosos le dedicaban miradas distraídas. Los automóviles volvieron a transitar por la avenida, pasándole por encima sin siquiera darse cuenta. Insignificante, insignificante, insignificante…